A Casa Solla se accede por una huerta repleta de árboles con un hórreo, como solía ser frecuente en las casas gallegas tradicionales. Aquí abrieron los padres de Pepe Solla su restaurante, al frente del cual está él desde hace unos veinte años.

    El chef basa su cocina en el producto, en la identidad y en el territorio. Una parte fundamental de su trabajo se centra en la selección de los recursos con los que se abastece. Considera imposible alcanzar un alto nivel en un plato, si no se está seguro de que el producto es el mejor.

    Su contacto con pequeños productores hortícolas, como A Horta de Adelina, de O Grove, con Artesáns da Pesca, de Ribeira, o con la quesería Airas Moniz, de Chantada, funciona como un I+D en el que el intercambio de impresiones diario permite mejorar a productores, pescadores, mariscadores y a su propio equipo. El seguimiento desde que un pez se pesca, evitarle estrés, la forma de desangrarlo o de transportarlo define el resultado final en textura y sabor.

    La propuesta de este restaurante está muy vinculada al mar y a la huerta, pero sus menús, siempre variados, se diseñan para exhibir el potencial de la despensa de Galicia. Detrás de cada plato hay un complejo trabajo para que el resultado sea aparentemente sencillo. Bajo el lema es más fácil poner cosas que quitarlas, Solla aboga por un proceso que conduzca a un minimalismo en el que consiga el mismo nivel de emoción tanto una zanahoria o un guisante como un bogavante.

    La cocina se abre a la sala a través de un ventanal, facilitando la coordinación casi coreográfica de los respectivos equipos, que calculan el ritmo de cada mesa de forma óptima. La atención al cliente es una de las marcas distintivas de la casa. La experiencia se complementa con una cuidada selección de piezas de vajilla realizadas por artesanos como Ana Tenorio y con una propuesta de maridaje con vinos poco conocidos que sorprende al comensal.

    El chef resalta que en los últimos años ha visto cómo la sociedad ha incrementado la inversión en tiempo y dinero para adquirir cultura gastronómica. Señala como algo sintomático que a sus mesas se sienten niños, ya que eso se traduce en un interés por educar el paladar. La evolución de la clientela va pareja a la del desarrollo de las propuestas culinarias de los restaurantes gastronómicos como el suyo, que define como lujo alcanzable