En Ceibe todo discurre alrededor de la cocina, al modo de las casas tradicionales gallegas. En esta estancia se recibía, se charlaba, se hacía vida y hogar cuando llegaba el frío. El espacio de trabajo abierto a una sala diáfana invita a que los comensales se acerquen a interesarse por las preparaciones.

    Ubicado en el casco histórico ourensano, este restaurante tiene al frente a Lydia del Olmo y Xosé Magalhaes, que con la elección del nombre, Ceibe (libre en gallego), han querido remarcar la elección de su propio camino.

    La sala es un oasis de piedra y madera en el bullicio de la ciudad. Cada detalle cuidado nos acerca a los oficios tradicionales. Desde las lámparas hechas con cestos para recoger la cosecha de patatas hasta la mesa que descansa sobre un trillo castellano, pasando por las servilletas de lino portugués confeccionadas por la madre de Xosé o la vajilla de cerámica de Niñodaguia, cada elemento transmite la identidad de este proyecto.

    Tras sentarse a la mesa, los comensales son sorprendidos con un recorrido gastronómico por la geografía gallega, en el que se hace hincapié en la interpretación de las recetas de interior, las más desconocidas. Pueden elegir entre los menús Enxebre o Esmorga, pero solo recibirán la minuta con las elaboraciones especificadas al final. Si acuden en otoño e invierno, es probable que degusten carne de caza, setas o verduras propias de la época. En verano nunca faltarán las hortalizas o el pescado y los mariscos de temporada provenientes de la villa marinera de Muxía.

    La colaboración con pequeños productores permite al equipo controlar la calidad de la materia sobre la que aplicar técnicas tradicionales utilizadas en Galicia, como la salazón del jurel, del bacalao o de la carne que se usa para el cocido, así como el escabechado de los mejillones. Asimismo, la inclusión de encurtidos y fermentos de elaboración propia en las propuestas permite aligerar digestiones y refrescar paladares entre pases.

    Lydia y Xosé afirman que desde su apertura en 2020 los clientes continúan reclamando el Boliño de cocido, plato concebido como un homenaje a Ourense y a la Galicia interior, interpretando el cocido a través de un pan dulce de dos fermentaciones, relleno con las carnes y una oblea de repollo, acompañada de caldo aderezado con unto, grasa que identifica el sabor del caldo gallego.

    Éste y otros bocados son los que convierten disfrutar en una mesa de Ceibe en nexo entre distintas generaciones, las que recuerdan los sabores de su niñez y las que descubren la evolución de una cocina contemporánea anclada a sus raíces.