La estrecha carretera que conduce a As Garzas nos adentra en el paisaje agreste de la Costa da Morte. A un lado del camino observaremos una antigua cetárea y frente al restaurante la inmensidad de unas olas implacables que rompen contra las rocas de la Pedra das Garzas y que bañan la ensenada de Barizo, donde se ubica un pequeño puerto del mismo nombre, cobijado en la falda del Monte Nariga.
La historia de As Garzas está ligada a la actividad portuaria de este lugar, ya que los padres de Fernando “Caco” Agrasar, Conchita y Fernando, compraban aquí el marisco que servían en un restaurante que tenían en Santiago de Compostela. Este vínculo propició que en 1990 se abriese el establecimiento, con la matriarca al frente de la cocina, con la que aprendió el actual chef, que en el año 2000, junto a María Sánchez, como responsable de sala, tomó el relevo del negocio.
Esta tradición hostelera se refleja en los nombre de los menús Single y Long Play, que homenajean a una discoteca que formó parte de los negocios familiares. Para Agrasar es fundamental continuar honrando la cocina por la que se dio a conocer este restaurante, mimando el producto que trata desde el respeto y con un punto de sofisticación que define su forma de trabajar, muy apreciada por una clientela consolidada.
Los comensales pueden disfrutar de unas vistas inigualables desde una sala cerrada por un ventanal que, al mismo tiempo, los protege y los acerca al mar, auténtico protagonista del recetario de Agrasar.
El cocinero siente predilección por la lubina, por el bogavante, así como por la vieira y por el jurel. Sin embargo, también otorga un papel fundamental a los vegetales como acompañamiento perfecto de los recursos marinos. Resalta el sabor de las cebollas y de los ajos que cultivan pequeños productores de Barizo, así como la calidad de la huerta de Coristanco, famosa por sus patatas.
El relevo generacional está asegurado, ya que Xurxo, hijo de Caco y de María, está plenamente integrado en el día a día del restaurante, vinculado especialmente a la selección de los vinos, en la que los caldos gallegos ganan cada vez más presencia. En el mismo edificio del restaurante hay cuatro habitaciones a disposición de quienes deseen alargar su estancia y desperezarse al día siguiente con ayuda de la brisa fresca del mar.