Descripción
La Ría de Muros e Noia se alarga, como el resto
de las Rías Baixas, en dirección sudoeste a nordeste,
en forma de hendidura abierta en medio de rocas
graníticas. Al analizarla en su conjunto, se observa
con claridad un acusado contraste entre su sector
septentrional, más quebrado, con numerosos
entrantes y salientes, y el meridional, más rectilíneo y
abierto, de formas más suaves.
Las rocas graníticas condicionan la mayor parte
de los paisajes. Ello es perfectamente visible en el
sector de Baroña, en la margen meridional de la ría, y
el de Monte Louro, en la septentrional.
En Baroña, muy cerca de Porto do Son, los muros
de piedra del castro que allí se emplaza desde siglos,
se confunden con las lajas abiertas por el tiempo. En
el Monte Louro, próximo a Muros, una extensa gama
de formas geométricas sobresalen en las laderas
como si algún escultor las hubiera ordenado de
manera racional para que los amantes de las
caminatas las contemplen. A sus pies, asociada a un
extenso arenal cubierto de dunas, el visitante puede
admirar una de las lagunas costeras más hermosas de
Galicia.
En el margen septentrional de la ría se emplaza
Muros; en su fondo, Noia. Se trata de dos villas
señoriales construidas de piedra granítica, de la
misma -o semejante- con la que las olas y los vientos
labraron las formas de Baroña o Louro o los sectores
acantilados que bordean el mar.
Muros es una localidad abierta al mar desde sus
orígenes medievales. Conserva el tipismo en sus
plazas y calles. Magnífico templo parroquial, antigua
colegiata de Santa María. El recién llegado se
encontrará con rías estrechas y serpenteantes que
confluyen en pequeñas plazas a las que se asoman
acogedores soportales. Al deambular por ellas se
puede aprehender el calor de la historia pasada
escrita por personajes anónimos, por artistas,
escritores o pilotos.
En el fondo de la ría se emplaza Noia. Las raíces
medievales también se manifiestan en la estructura de
la villa: calles estrechas, soportales, casas señoriales.
Su historia comenzó cuando Fernando II decretó el
traslado de la villa desde el lugar de la Barquiña al
actual. La leyenda, sin embargo, dice que fue Noé
quien fundó la villa y ello quedó materializado en su
escudo. En su interior destacan la iglesia de San
Martiño, del siglo XV o el convento de San
Francisco, al lado de la actual Alameda.
La ría, además, acoge en sus orillas a otros
núcleos de interés. En su margen meridional se
emplaza Porto do Son, hermosa villa que conserva
gran parte del saber marinero de sus gentes, y
Portosín, con su importante puerto deportivo.