Ermita de fines del XIX. Cubierta a dos aguas que se transforma en la fachada principal en un frontón con el vértice truncado sobre el cual se sitúa una pequeñísima espadaña de un solo vano. Puerta adintelada, en los esquinales pseudopilastras sobre las que se sitúa un capitel simple. En las fachadas laterales, cachotería de granito, y sillar en la fachada principal. Posee una única nave. Destacado cruceiro en el atrio. Rodeada de un entorno natural boscoso. Hay varias leyendas referidas a San Cristóvo una de ellas es: ante tanto silencio y soledad, el santo se aburre y tiene ganas de conversación. Así que, algunas noches estrelladas y con el mar en absoluta calma, sale con sigilo de la ermita y baja despacio hasta la pequeña playa. Allí, hay una roca, la única que nunca mueve el mar, le sirve como lancha de piedra. En ella el Santo marcha, siempre con la imagen del "Niño", a la costa, atraviesa la ría hasta la playa de Chanteiro para hacer una visita a Nuestra Señora de la Merced, que sale a esperarlo delante de su iglesia. Después de rendirle culto a la Virgen, el Santo regresa pronto a su altar. Otra de las leyendas relacionadas con el Santo cuenta que una serpiente enorme, con melena larga, se aparecía al lado de la ermita de San Cristóvo, para proteger la imagen del santo. Se introducía dentro de la fuente enroscándose hasta que desaparecía por las aberturas de las piedras del fondo. Subía al alto del monte cuando estaba triste, desapareciendo durante días o a las murallas del castillo de San Cristobo (hoy desaparecido); al sol, cantaba y silbaba. Tomaba baños en el mar. Todos huían al verla, pero nunca hizo mal a nadie.