Galicia, una tierra cuajada de leyendas, de literatura y hasta de canciones populares dedicadas a sus aguas, la tradición termal le viene de lejos. Ya los romanos, que sabían bien lo que se hacían, supieron utilizar sus muchos manantiales para mejorar la salud, pero también para divertirse y relajarse. Por otra parte la geografía gallega está sembrada de aquellas pozas de sanar en las que nuestros tatarabuelos encontraban alivio.
Durante la época dorada del termalismo –de mediados del XIX a principios del XX–, los balnearios gallegos de más solera se convirtieron en grandes centros sociales que congregaban a la flor y nata de la sociedad.