Declarada Monumento Histórico-Artístico en 1986.
En el s. IX, el obispo Teodomiro de Iria Flavia identifica un templete romano como la tumba del Apóstol Santiago. A raíz de este descubrimiento el rey Alfonso II el Casto manda erigir un modesto templo en torno a dicha construcción pagana. El aumento de las peregrinaciones y una cierta estabilidad tras los ataques árabes conducen a una nueva construcción que se inicia en el año 1075, durante el reinado de Alfonso VI y bajo la dirección arzobispal de Diego de Peláez. Se inicia así la construcción de la catedral románica que continúa durante el arzobispado de Diego Gelmírez y que ya no parará hasta convertirse en el gran templo que hoy podemos contemplar.