La Porta de Fontelonga (1923) es el único vestigio que se conserva de las entradas por mar al recinto amurallado que defendía la ciudad.
Desde la puerta hay una ancha rampa suave y con pavimento de cantería que lleva hasta el arco de grueso estribo empotrado en la muralla por su pie inferior. En la propia muralla también destaca una garita o torre almenada con farol en la parte superior, y que mira al mar.