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A MIÑA VIAXE
Acantilados, espiritualidad, niebla, sierras… el recorrido entre Cedeira y cabo Ortegal condensa, en poco más de 20 kilómetros, todo un amplio muestrario de los valores paisajísticos y etnográficos de la costa gallega. Un itinerario que, en muchos de sus tramos, es un mirador continuo sobre el océano Atlántico, transitando por algunos de los acantilados de mayor altitud de la Europa continental.
Cedeira, pueblo marinero que le da nombre a una encantadora ría, es el punto de partida de este viaje por algunos de los miradores más espectaculares de la costa norte de la provincia de A Coruña.
Las estrechas calles del casco antiguo invitan al paseo a pie. Partiendo de la Praza do Peixe se recorren los paisajes urbanos de Cedeira, en la búsqueda de la carretera que nos conducirá hacia Santo André de Teixido.
Los primeros kilómetros transcurren por el cuidado valle del río Condomiñas, buen ejemplo de las tradicionales vegas productivas gallegas. Superado el valle, comienza un ascenso en el que el paisaje va mudando poco a poco, dejando atrás aldeas y cultivos.
La proximidad a la sierra de A Capelada se deja notar en las pendientes de la carretera y en las extensas superficies arboladas. Hay que tener en cuenta la presencia de ganado, especialmente por la existencia de pasos canadienses que evitan el tránsito de los animales.
El mirador de Chao do Monte supone una inflexión en el itinerario. Con las primeras vistas de la aldea de Teixido, el recorrido se abre definitivamente ante el Atlántico, permitiendo desde este punto continuas vistas sobre el mar.
La llegada a Teixido permite rememorar los viejos caminos de los romeros que transitan hacia el santuario de Santo André (peregrinaciones documentadas desde el siglo XIV), acompañado de cruceiros y amilladoiros que marcan las intersecciones.
También es conocido como Santo André de Lonxe por su localización lejana y solitaria entre sierras y acantilados. Lugar de devoción y mezcla de tradiciones religiosas y paganas, hay que ser especialmente cuidadoso con los animales que transitan por los caminos dado que, según la tradición, representan las ánimas de aquellos que no acudieron en vida a visitar al apóstol San Andrés, tal y como reza el dicho: “A Santo André de Teixido vai de morto quen non foi de vivo”.
La sierra de A Capelada ofrece un paisaje propio de un ámbito de montaña: matorrales, peñascos, pinares… La cercanía del borde litoral muestra contrastes únicos y permite vistas panorámicas de 360 grados: la inmensidad del Atlántico por un lado y el fondo escénico de la sierra por el otro.
En el descenso hacia el cabo Ortegal los miradores se suceden a ambas orillas de la carretera alternando vistas hacia el mar abierto o hacia la ría de Ortigueira y el municipio de Cariño.
Cariño parece un pueblo de meloso nombre, pero los estudios filológicos revelan una realidad diferente. Numerosos topónimos de origen prerromano incluyen la voz “carn-” o “corn-” que significa piedra. Así sucede en diversos ejemplos a lo largo de la geografía europea: Cornualles, Cárpatos, Candán… siendo Cariño una denominación vinculada a los peñascos de la sierra de A Capelada y a los acantilados marinos.
El complejo litológico de cabo Ortegal configura un entorno espectacular coronado por la presencia del faro a 125 metros sobre el mar.
Desde la base del faro se aprecia la monumentalidad de los acantilados de O Limo hacia el oeste y los islotes conocidos como Os Aguillóns hacia el este, pareciendo alargar el cabo sobre el océano y marcando la simbólica divisoria de aguas entre el océano Atlántico y el mar Cantábrico. Desde Ortegal, también hacia el este, en la lejanía, se divisa Estaca de Bares, punto más septentrional de la Península Ibérica: el norte del norte.
El Monte Herbeira (615 m) es el punto de mayor altitud de la sierra de A Capelada y del municipio de Cedeira. La matriz paisajística que conforma este espacio tiene en la configuración morfológica la base de su singularidad.
Con sus más de 600 metros de altitud, Herbeira conforma un acantilado de caída libre hacia el mar con fuertes pendientes que superan el 80% de desnivel, siendo uno de los más relevantes del litoral continental europeo. Esta disposición permite la observación de la línea de costa como si de un corte geológico se tratase. El interés geomorfológico del entorno es máximo. Los potentes acantilados emergen del mar conformados por rocas que hace millones de años se escondían a más de 70 kilómetros de profundidad y que surgieron por la colisión de dos supercontinentes.
La fuerza del viento en este entorno es aprovechada por los molinos eólicos que conviven con el ganado y con los frecuentes frentes que impactan contra la sierra. Los valores de uso conviven con los valores paisajísticos; por las amplias vistas, se convirtió en el lugar idóneo para el establecimiento de un puesto de vigilancia marítima, la Garita de Herbeira, originaria del siglo XVIII pero con obra actual de 1805.
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