En la costa gallega el mar entra de lleno en la vida de sus gentes, que se citan en la playa, en los acantilados, en el puerto o en la lonja.

Lo dejan entrar en sus casas, en sus mesas, en sus calles y en sus iglesias. Para advertirlo, os proponemos una jornada dedicada a rastrear las huellas saladas del Atlántico por ciudades, villas y pueblos marineros de las Rías Baixas. Seguiremos uno de los perfiles costeros más sinuosos que hayáis visto. Y nos detendremos en el poderío del gremio de mareantes de Pontevedra, en el singular tipismo marinero de Combarro y en la pujanza marisquera de O Grove y Cambados

Pontevedra

La llamada de las serpenteantes costas de las Rías Baixas nos despertará temprano. Será imprescindible madrugar para aprovechar al máximo nuestra travesía como marineros en tierra. Podemos lanzarnos a la aventura por nuestra cuenta o realizar una excursión guiada por profesionales. Además de vivir la experiencia, esta opción nos permite saber interpretarla.

Proponemos comenzar en Pontevedra. Escudriñar su cara más marinera será el primer reto estimulante que afrontamos. La abordamos por el Ponte de A Barca, rumbo al casco antiguo, del que presumen con razón los pontevedreses por ser de los mejor conservados de Galicia.

El gremio de mareantes sufragó la construcción de la Basílica de Santa María La Mayor en el siglo XVI

En la plaza Alonso de Fonseca es donde nos encontramos con la evidencia de que, a pesar de las apariencias, Pontevedra nació y se debió al mar. Al contemplar la Basílica de Santa María La Maior nos percatamos de la riqueza e importancia que acumuló su gremio de mareantes, colectivo de profesionales del mar, que sufragó su construcción en el siglo XVI. Fue posible gracias a los extraordinarios ingresos obtenidos de la pesca de sardina con artes de cerco en las Rías Baixas.

Su fachada principal representa uno de los mejores ejemplos de estilo plateresco de Galicia. En su escalinata buscaremos entre su iconografía la imagen más curiosa, un San Jerónimo con gafas. Después callejearemos alrededor por Tristán de Montenegro, Álvar Páez, Formigueira o San Martiño, entre otras rúas pintorescas del barrio de A Moreira, el arrabal marinero de la ciudad.

Si os apetece tomar un café o incluso un buen desayuno os sugerimos los bares de las muchas y bellas plazas que encontraréis, como la Praza da Leña, A Verdura o A Ferrería. Os sentiréis como un pontevedrés más, porque si algo los distingue es el gran partido que le sacan a estos lugares públicos de encuentro.
 

Combarro

Dejamos el vértice de la ría de Pontevedra y tomamos la carretera PO-308, dirección O Grove, para alcanzar el lado norte de la ría. A poco más de diez minutos por carretera nos detendremos en el pueblo de Combarro, que conserva buenos ejemplos de arquitectura marinera.

El paseo que os proponemos pretende cerrar el triángulo perfecto que aquí forman piedra, hórreo y "cruceiro".

La ruta de los "cruceiros"

Partiremos de la plaza de San Roque, en su casco histórico, donde encontramos dos "cruceiros", de los muchos que nos acompañarán en el camino. El que preside la plaza une por sus respectivos costados al Cristo crucificado con la Virgen del Socorro, que porta un garrote para espantar al diablo. La gran peculiaridad de los cruceiros de Combarro es que si miramos hacia donde lo hace el Cristo estaremos dirigiendo la vista a tierra y si hacemos lo propio con la virgen nos orientaremos al mar.

En esta plaza vivimos la sensación de estar sobre un pueblo esculpido en piedra que desciende hacia la ría. Hasta podemos observar cómo las casas de los pescadores aprovechan esta mole granítica como cimientos. Desde la plaza bajamos por A Rúa, la calle principal del conjunto histórico, donde apreciamos la arquitectura marinera del lugar, en casas pegadas, con soportales y balcones adornados por balaustradas de piedra, forja o madera. La pendiente hacia el mar nos obliga a descender por escaleras labradas sobre la propia roca.

La costa de Combarro se caracteriza por sus treinta hórreos alineados

Continuamos hasta la Playa de Padrón, que nos muestra una panorámica sorprendente de la costa de Combarro, única en el mundo porque treinta hórreos la recorren alineados, a pie de mar. Embriagados por el olor a salitre, contemplaremos la arquitectura de estas particulares construcciones de piedra, muchas veces combinada con madera pintada.

Vemos que se elevan sobre pilastras para evitar la humedad porque los marineros las usaban como secaderos de pescado y almacén de maíz, patatas y otros productos traídos en barca del otro lado de la ría, donde poseían tierras de labranza, por ser las de su orilla montunas y menos apropiadas para el cultivo. Su aspecto nos cautivará al encontrarlos adornados de plantas o incluso con la pintura descascarillada por las caricias abrasivas de la brisa marina, y en sus tejados islitas de hierba.

Recorriendo la Rúa do Mar encontraremos que muchas de sus casas albergan tabernas y restaurantes. Así que tras el paseo puede ser el momento ideal para la primera tapa de la mañana, antes de reemprender la ruta. Y ya nos despedimos de Combarro, sintiendo cómo se vive en un típico pueblo marinero, caracterizado por su gran actividad. Es habitual ver entrar y salir barcos de pesca, mujeres mariscando con la marea baja o arreglando las redes.

 

O Grove

Continuamos rumbo a O Grove, por la misma carretera, siguiendo parte de la sinuosa costa gallega. Para hacernos una idea de su perfil tan serpenteante, si pudiésemos estirarla obtendríamos más de mil kilómetros de perímetro, llegando hasta Almería. 

Por el camino apreciamos su redondeada geografía interior y nos sorprenderá ver, entre imponentes casas de granito, pequeñas y mayores extensiones de emparrados de uva albariña y otras variedades amparadas por la Denominación de Origen Rías Baixas, de donde salen sus afamados vinos.

Navegaremos por uno de los mayores bancos marisqueros del mundo

Llegados a O Grove nos dirigimos a su puerto para vivir nuestra primera experiencia marinera. Subiendo a un catamarán con fondo acristalado o a un velero podremos navegar por uno de los mayores bancos marisqueros del mundo.

Aquí, en el corazón de la ría de Arousa, se encuentran más de la mitad de las 3.000 bateas que hay en las rías gallegas. Son plataformas de madera sobre el mar para la cría de mejillones, ostras y vieiras. En un trayecto de aproximadamente hora y media vivimos in situ el día a día del trabajo de un marinero, a pie de batea. Los encontraremos manipulando gruesas cuerdas, a las que se agarran los bivalvos, para limpiarlas de algas, parásitos y desenredarlas. Cuando las sacan, tarea que no es fácil porque pueden sobrepasar los 300 kilos, las vemos repletas de marisco. Los propios marineros nos explicarán las condiciones en las que se haya el molusco y su proceso de cría.

Con el gusto del salitre en la cara regresamos a puerto tras saber mucho más de uno de los oficios que sostiene a la mayoría de las familias de la zona. En los restaurantes cercanos veremos que ofrecen aquello que encontramos hace un rato en la mar, además de las almejas recolectadas en sus playas y otros crustáceos y pescados de la ría. Los precios y menús suelen estar expuestos en la entrada, facilitándonos la elección. Una caminata por el Paseo Marítimo, con vistas a la ría, hacia el puente de la isla de A Toxa, será una excelente sobremesa.
 

Cambados

Tomamos rumbo a Cambados por la PO-550, a donde llegaremos en poco más de media hora. Además de ser la capital del albariño y una villa señorial, su carácter marinero está igual de impreso en sus genes.

Un tranquilo paseo por el barrio más marinero

Para comprobarlo estamos obligados a perdernos por las calles del barrio de San Tomé. Algunas son tan estrechas que al estirar los brazos tocaréis las casas de uno y otro lado. Tampoco es raro que a vuestro olfato llegue el aroma de sus cocinas. A veces se aprecia el olor de la pintura que los marineros usan para las cubiertas de sus casas, la misma que emplean en sus barcos y que da un ambiente tan colorido al barrio. Aquí podemos visitar la Casa do Pescador, un coqueto museo que muestra la vida de los marineros.

Las propias mariscadoras nos harán de guías en la lonja

Si preferimos mayor actividad, nos adentraremos en la lonja, situada en la parte más industrial del pueblo, el puerto de Tragove. Podemos planificar la visita para que las propias mariscadoras que van a vender sus productos nos hagan de guía. De este modo participaremos de todo el proceso de tratamiento del producto en lonja, desde la selección, pesado y etiquetado hasta las frenéticas pujas.

La despedida perfecta será disfrutar de una copa de albariño por el aristocrático barrio de Fefiñáns, acompañada de unas tapas o cena de plato, con el mismo marisco que hemos visto tratar en la lonja.

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