Camelias, Tropicales

«filosofía en el fondo del follaje». Eurípides se sentiría en su elemento.

Inmerso en la Galicia tropical junto a las riberas del Miño, el jardín del pazo de Pegullal responde a un trazado geométrico inmediatamente camuflado por las veladuras de una vegetación exuberante. Como surgido de un grabado antiguo, el escenario invita a considerar «lo transcendente». Paisajes de boj, escondites. La inquietante intimidad del laberinto. Misteriosos paseos semiocultos a la vista inducen a sesudas reflexiones

Pegullal evoca lo mejor del Mundo Antiguo. Un diseño propio del renacimiento italiano que busca el equilibrio de lo clásico. El jardín discurre de un extremo a otro de la casa sin perder por eso sincronía. Setos y estanques se alargan impecables en contraste con la irregularidad de la fachada. El conjunto transmite una serenidad que non es estática pues es el propio jardín el que lo impide. Los magnolios, las gardenias, las glicinias que enrojecen en abril.

Los miles de chispitas de luz que habitan saltarinas en las fuentes, los diferentes ecos del agua que arroja cada gárgola van dibujando una sucesión de paisajes de perfume, de colores, de formas, de rumores, que no permanecen quietos un instante. Transforman los rincones a capricho de los días, de las horas a veces de manera descarada, otras discreta.

Con desvergonzado desenfado mediterráneo una higuera traspasada por el sol alza sus ramas en signo de victoria. En lo alto cimbra una palmera. Membrillo, granadas, limoneros olvidan que San Benito desde su capilla los vigila. En realidad, el santo se ocupa de su roble, -600 años lleva en el empeño-, amenazando con arrancarle la salud al osado que corte la más mínima ramita. Con éxito. Pola comarca al menos, aún no se encontró quien se atreva.

 

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