Los humedales, especialmente los costeros, bullen de vida alada
Son docenas las especies de aves acuáticas que, en su viaje, realizan en ellos una parada de unos días o unas horas. No debemos dejar de acudir a las rías y estuarios: las rías de Ribadeo y Foz, la Ria de Ortigueira, la Ría do Burgo, el estuario de Ponteceso en la Costa da Morte, todo el complejo húmedo en torno a O Grove y el esteiro do Miño en A Guarda son sitios destacados para observar limícolas como zarapitos reales y trinadores, correlimos comunes, tridáctilos, chorlitejos grandes, chorlitos grises, archibebes comunes, agujas colipinta y colinegras, etc.
En los humedales también podremos observar otras especies como el aguilucho lagunero en migración o dispersión. Deberemos estar atentos sobre todo a los juncales y cañaverales.
Al igual que en el mes anterior, en las áreas de montaña las concentraciones de aves rapaces, afanadas en aprovechar las efímeras fuentes de alimento
Al igual que en el mes anterior, en las áreas de montaña las concentraciones de aves rapaces, afanadas en aprovechar las efímeras fuentes de alimento, pueden llegar a ser espectaculares. En el Macizo Central, en torno a los montes más elevados de Os Ancares y Montes de Cervantes, Pena Trevinca y Serra do Eixe, O Courel o en la Serra do Suído podemos observar buenas concentraciones de estas aves: desde cernícalos vulgares a buitres leonados y negros.
Un fenómeno temporal de extraordinario interés es el que protagoniza el cernícalo primilla. Se trata de una pequeña rapaz ligada a construcciones humanas y campos de labor, frecuente en algunos puntos de la Península Ibérica pero que no cría en Galicia. Seriamente amenazada hace apenas una década, en los últimos años tras su nidificación se desplaza al norte para alimentarse y ganar peso a cuenta de los insectos que en las áreas más septentrionales todavía encuentran. Estarán aquí unas breves semanas y de nuevo partirán al sur para invernar en el África subsahariana. Debemos estar atentos: en cualquier lugar podemos ver alguno, aunque es en la Serra dos Ancares y Montes de Cervantes o, especialmente, en A Veiga do Pumar en A Terra Chá donde tendremos más posibilidades de observarlos.